¿Qué necesitamos las personas LGBTIQ+ para estar segures? ¡No más militares en las calles!
Es un hecho que la militarización se ha incrementado año con año dentro de las estrategias de seguridad en el país.
Bajo el supuesto de que el aumento de militares para realizar trabajos de seguridad y otras tareas civiles en todo el territorio nacional podría beneficiar a la sociedad, la realidad es que las denuncias por violaciones a derechos humanos de mujeres y personas de las disidencias sexogenéricas van en aumento.
La muestra más reciente de cómo el Estado mexicano le otorgó más herramientas y funciones a la milicia fue la reforma que buscaba la integración de la Guardia Nacional a la Secretaría de Defensa Nacional.
Aunque inicialmente esta reforma fue aprobada, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) decretó que dicha acción es inconstitucional y que las acciones, planes y funciones de la Guardia Nacional corresponden a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y no a la Secretaría de Defensa, demostrando la importancia de los organismos para hacer contrapeso al poder ejecutivo.
Esto podría tomarse como una victoria, pero no podemos bajar la guardia. Los riesgos que la militarización trae consigo para la seguridad pública, aunque afectan a todas las personas, nos deja en una situación de incertidumbre a quienes somos de la comunidad LGBTIQ+
¿Por qué somos vulnerables las personas de las disidencias sexogénericas ante cuerpos militares?
La realidad es que en México no contamos con datos específicos sobre los impactos que tiene la militarización en personas LGBTIQ+; sin embargo, no podemos asumir que esto se deba a que no existen denuncias de violaciones de derechos hacia esta población.
Existen casos que nos demuestran que las personas de las disidencias podemos ser vulnerables ante los cuerpos militares precisamente por no cumplir con la norma; es decir, “salirnos” de lo establecido: lo cisgénero, heterosexual, los roles y expectativas de género.
En agosto de 2011, elementos de la Marina entraron por equivocación al domicilio de Denis Blanco y Korina Utrera, una pareja sáfica, quienes fueron golpeadas y abusadas sexualmente. Cuando se dieron cuenta de que tenían a “las personas equivocadas”, fueron detenidas y trasladadas en camioneta a un cuartel.
Las víctimas denunciaron diferentes torturas como choques eléctricos en vagina y pechos, asfixia, simulaciones de ahogamiento y violación. También vivieron agresiones verbales y psicológicas, en específico cuando uno de los integrantes de la Marina se percató de su orientación sexual y les insultó: “a parte de todo, tortilleras”.
En ese mismo mes, también integrantes de la Marina en Veracruz golpearon y obligaron a subir a una camioneta a Charly Hernández, un hombre trans que iba en camino hacia el hotel donde se iba a hospedar. Charly fue víctima de distintos abusos y violaciones a sus derechos humanos al ser torturado sexualmente, asfixiado, golpeado, amenazado y sometido a toques eléctricos.
A Denis, Korina y Charly se les fabricaron delitos para procesarles y trasladarles a un Centro de Reinserción Social ubicado en Baja California, y no fue hasta noviembre del 2016 que, tras un largo proceso penal, obtuvieron nuevamente su libertad.
En marzo de 2020, la trabajadora sexual y mujer trans Naomi Nicole ‘La Soñaré’ fue asesinada por dos militares. Su transfeminicidio creó un precedente en el acceso a la justicia debido a que el proceso judicial contó con perspectiva de género y derechos humanos, donde se reconoció su identidad de género.
Además, se estableció como un crimen de odio por el testimonio de una persona que estuvo presente en la noche del homicidio y escuchó cuando los militares se dirigían a Naomi con amenazas de muerte por ser “marica”.
Estos 3 casos son solo un ejemplo de la situación vulnerable en la que podemos estar como personas de las disidencias sexogenéricas al encontrarnos con elementos de la Fuerza Armada, pues no sólo tienen el entrenamiento y capacidad en fuerza para torturarnos y someternos a distintas agresiones y tratos crueles, inhumanos y degradantes, sino también cuentan con un poder político que va en aumento, y que los respalda para no ser llevados ante la justicia.
¿Qué alternativas tenemos? Crear una cultura de paz: una responsabilidad de todxs.
Si queremos alternativas para construir entornos libres de violencias primero tenemos que, reconocer que la paz no existe en la nada, sino que es construida en comunidad.
Este es un proceso paulatino donde todas las personas deben participar, estar informadas e involucradas de manera que se pueda propiciar una reconstrucción del tejido social, uno donde los grupos en situación de vulnerabilidad como somos las personas LGBTIQ+ dejemos de atravesar discriminación y/o violaciones de derechos humanos.
Militarizar (más) al país como respuesta a las problemáticas que vivimos es NO entender las violencias ni cómo afectan en los diferentes ámbitos de la vida y a las distintas poblaciones, en específico a la comunidad LGBTIQ+.
Aunque hablar de entornos armoniosos y de paz puede parecer algo abstracto en principio, nosotres tenemos algunas ideas claras:
- Exigir más presupuesto a políticas públicas integrales que prevengan, atiendan, sancionen y erradiquen las violencias que nos atraviesan.
- La creación de un sistema de cuidados: existen personas de la comunidad LGBTIQ+ que llegan a la vejez sin ninguna clase de apoyo o acceso a cuidados y/o atenciones.
- Dotar de presupuesto a servicios de salud para que nos atiendan de manera integral, cálida y de calidad respecto a nuestras identidades y corporalidades.
- Enseñar en espacios educativos la diversidad sexual y de género en, por lo menos, niveles básicos de manera que desde las infancias, adolescencias y juventudes el respeto esté presente.
Creer que las fuerzas armadas van a velar por los derechos de las personas disidentes no solo es ingenuo; paradójicamente es vulnerar nuestros derechos a vivir con integridad y seguridad, rasgar nuestro tejido social y ponernos en una situación aún más vulnerable por el riesgo real y latente de llegar a ser violentades por parte de militares, ya sea por ser parte de la comunidad LGBTIQ+ o por ser leídes como disidentes de la cisheteronorma patriarcal.
Las personas LGBTIQ+ no necesitamos más militares para sentirnos segures, necesitamos que nuestros entornos familiares, escolares y laborales, entre otros, respeten nuestras identidades y expresiones de género, así como la manera en que elegimos manifestarlas.