¿Y si mi amigue me rompe el corazón?
Recuerdo con cariño, tristeza y nostalgia a mis amix de la secu, en especial porque esa etapa fue realmente difícil para mí. Nuestro grupito de cinco era mi squad de aventuras, mi círculo de escucha, mi familia elegida. Actualmente no mantengo comunicación con ningunx de ellxsy, cuando pienso en ello, me invade la angustia sobre qué fue lo que nos pasó, por qué nos distanciamos, y cuándo fue que “nos dijimos adiós” (si es que lo hicimos). Sin embargo, creo que la pregunta que más duele hasta el día de hoy es ¿acaso fue mi culpa?
Al hablar de amor solemos pensar en las relaciones de pareja. El noviazgo y el matrimonio son los dos esquemas que nos vienen a la mente; es decir, relaciones o vínculos afectivos, eróticos y/o sexuales, y que suelen empezar con un sí: “sí, quiero ser tu novix” o “sí, acepto”.
Cuando ese tipo de relaciones termina, sentimos tristeza, desilusión y que se nos rompe el corazón. Hay una infinidad de historias sobre qué pasa cuando un amor romántico llega a su fin: terminamos devastadxs, deprimidxs y encontramos consuelo y apapacho en nuestras amistades.
Si hablamos de amor también pensamos en la familia, aquellas personas con las que establecemos un vínculo a través del parentesco, que inicia cuando nacemos. No elegimos con quiénes compartimos este vínculo, pero sí tenemos una idea clara de lo que sucede cuando se deteriora o rompe: puede haber tristeza, dolor, decepción, ira, resentimiento, incluso liberación. De igual forma, encontramos consuelo y apapacho en nuestras amistades cuando estas relaciones se marchitan.
Pero cuando hablamos de amor no solemos pensar en la amistad. Por ejemplo, el 14 de febrero se celebra el Día del Amor y la Amistad. No se celebra el Día del Amor en la Amistad. Tampoco es el Día de la Amistad Amorosa. Es Amor y Amistad, dos aspectos que coexisten pero que no son lo mismo, de hecho, esta celebración jerarquiza el Amor como un aspecto más importante que la Amistad, como si las amistades se pudieran mantener sin amor.
Sabemos que las amistades se eligen, no son impuestas, pero casi nunca tenemos claro cuándo y cómo inician y/o concluyen. Pareciera que son relaciones que surgen y se mantienen por espontaneidad y magia.
Cuando una amistad termina, ¿se siente igual a como si nos rompieran el corazón? ¿Duele tanto como romper con la pareja? ¿Cómo vivimos la pérdida, el luto, la culpa? ¿Quién nos consuela y apapacha en este duelo?
“No me quiero ir, Sr. Stark”. ¿Qué hago si esa amistad se está alejando?
Antes de hablar del fin de una amistad, identifiquemos lo que nos lleva a ese punto. Lo primero que hay que saber es que el “rompimiento” de una amistad es más común de lo que pensamos. Lo que no es común es hablar sobre lo que nos incomoda, lo que no nos gusta, o lo que no estamos dispuestxs a ceder por une amigue. No lo hacemos porque no queremos parecer exageradxs, no queremos incomodar, y/o creemos que ese tipo de conversaciones son únicamente para las relaciones de pareja o familiares.
Pero esto es falso. Las amistades, como cualquier otro tipo de relación, requieren de acuerdos, comunicación, confianza y honestidad mutua para poder crecer y mantenerse.
Normalicemos hablar sobre los sentires que nos despierta una amistad que está acabando, ya que al callar solo estamos generando más angustia, inseguridad e incertidumbre. Normalicemos escuchar con empatía a otras personas que nos están compartiendo que están teniendo una ruptura amistosa, apapachémosle.
Hay casos en donde el distanciamiento entre amigues se debe a esa falta de comunicación. Es probable que hablar de cómo se están sintiendo ayude a acortar la brecha entre ambxs, y les ayude a establecer nuevos acuerdos y límites. A veces, tener esas conversaciones hace que la amistad se reconfigure en nuevas dinámicas y prácticas, que les permitan redescubrirse y “encender esa llama” sin expectativas ni culpas. Hablen, ¡no teman a mostrarse vulnerables!
Aunque en ocasiones las cosas sí pueden arreglarse, también hay amistades que cambian y toman un camino distinto, la forma de relacionarse se ha vuelto descuidada o nos hace daño. En esos casos, también es importante hablar y decidir juntes si lo más sano es tomar rumbos diferentes.
Tener claridad de que esa amistad terminó, aunque duela, puede ayudar a procesar mejor lo que sigue.
¿Qué queda por hacer cuando una amistad termina?
Hace poco platicaba con una amiga sobre cómo sentía que se estaba alejando otrx amigue al que le tenía mucha confianza y cariño. Me sentía muy triste y me repetía a cada rato “¿en qué momento las cosas cambiaron?” Quizá los momentos que compartíamos ya no eran suficientes, quizá las risas comenzaron a apagarse, o quizá al tratar de arreglar las cosas solo nos alejábamos más. Me sentía de forma similar a cuando una relación de pareja está dejando de hacerte sentir bien.
Las amistades terminan por distintos factores: la distancia, la escasez de tiempo o los diferentes caminos e ideas que cada quién decide tomar. A veces, una amistad cambia porque la vida cambia. Y sí, al igual que cuando rompen lxs novixs, esas despedidas duelen y causan tristeza, pero también nos permiten darnos cuenta de que una etapa está terminando.
Podemos trabajar el dejar de castigarnos o culparnos a nosotrxs mismxs y a lxs ex amigues. Aunque ese amor, cariño y acompañamiento ya no sea el mismo, podemos estar agradecides porque en algún momento exisitieron, y nos hicieron sentir mucho placer y bienestar.
¿Que queda por hacer cuando una amistad acaba? No minimizar nuestros sentimientos, si duele, duele y hay que transitar esos sentimientos. Decir adiós de forma respetuosa y agradecer por todo lo compartido. Si lo vemos de cierta forma, ese vínculo surgió y se nutrió a raíz de un amor y una confianza que pocas veces nos permitimos tener con otras personas. Y por eso, toca dar gracias.