Hablar orgullosamente de aborto
Por Andrea Alcalá
En Balance, parte fundamental de nuestro trabajo es crear narrativas, discursos y estrategias para quitar el estigma y los prejuicios de diversos aspectos de la sexualidad: el placer, las prácticas no heteronormadas, la autonomía de adolescentes y jóvenes y, -esto ya se lo veían venir- el aborto. Creemos firmemente que estas partes de nuestras vidas sí juegan un papel importante en nuestro bienestar, y es sólo poniéndolas sobre la mesa que podemos aprender, compartir, analizar y desarrollar qué necesitamos para vivirlas de manera plena y segura. Una estrategia clave para ponerlo en práctica es hablar orgullosamente de aborto.
Cuando hablamos orgullosamente de aborto lanzamos un mensaje claro: nuestros abortos son dignos, válidos y responsables.
Decimos “nuestros abortos”, en plural, porque la diversidad en estos es también un espejo de la diversidad en todos los aspectos de nuestras vidas. No existe sólo una experiencia de aborto, así como no hay sólo una manera de hablar, de sentir, de vivir nuestras sexualidades o crianzas…en realidad, no existe sólo una manera de hacer nada.
Nuestros abortos son tan diversos como lo somos nosotras. Los hay complicados, fáciles, acompañados, dolorosos, los que guardamos, los que hacemos en una clínica, los que hacemos en el sillón con nuestras amigas, los que contamos en la sobremesa… Al contemplar esta diversidad, nos damos cuenta de que nuestros abortos son dignos de ser lo que nosotras queramos que sean: deseados, recordados, olvidados, celebrados, callados, hablados.
Hemos aprendido del sistema a vincularlo automáticamente a lo negativo. Si nos atrevemos a reivindicar la palabra “aborto” y a nombrarla con orgullo, abrimos la posibilidad de sacar a la luz algo que estaba hasta el fondo del cajón para que todo lo que está encima también se sienta más ligero. Nos damos la oportunidad de explorar el potencial que tiene de ser muchas otras cosas: aprendizaje, amor propio, empoderamiento.
Así, podemos abrazar y acompañar amorosamente a quienes desean sus embarazos, para quienes no es viable llevarlos a término y a quienes no pueden tener uno… Nos permitimos compartir las experiencias que vivimos en torno a la (no) reproducción con más seguridad. Al hacerlo, nos damos la oportunidad de vivir esta diversidad de situaciones acompañadas, amadas, con información, y sabiéndonos libres para hablar y, en colectivo, sanar nuestra relación con ellas.
Además, nos damos cuenta de que incluso si no hemos abortado podemos reivindicarlo y hacerlo digno al acompañar, investigar, abrazar y apoyar a quienes abortan. Podemos hablar de nuestras experiencias porque las vivimos y luchamos por ellas en colectivo. Y es que hablar orgullosamente de aborto va mucho más allá de la decisión real y tangible de decidir no continuar con un embarazo. Al permitirnos -y a otres- hablar de aborto desde un lugar de amor, empatía y colectividad, podemos volver más amigable el camino para compartir todo aquello que suele también encontrarse guardado en el cajón.
He escuchado a muchas personas decir que el aborto es un “tema complicado”, y sé que les vienen a la mente esos casos de personas cercanas que pese al deseo de vivir un embarazo y llevarlo a término, no pudieron embarazarse, su embarazo no fue viable o pasaron por abortos espontáneos. Podemos pensar que luchar por la despenalización del aborto y hablar orgullosamente de nuestras experiencias en torno a él es como “regodearse” frente al dolor de otras. Con mucho amor y empatía les digo que no tiene por qué ser así. Hablar y luchar por la despenalización y desestigmatización del aborto también incluye abrazar las historias que nos duelen. Se trata de entender que no hay manera de meter nuestras vivencias bajo una misma etiqueta, y que todas merecemos poder hablar de ellas con libertad y sin juicios ajenos.