Encontrando espacios seguros como lesbiana
Escuchar t.A.T.u se convirtió en una clave: tal vez me gustan las chicas. Así encontré foros en internet, chats y un montón de amigas virtuales que en ese momento “escuchaban t.A.T.u”. Hoy podría decir con total claridad que, como yo, la mayoría eran sáficas.
Hasta que llegó el día en que encontré un grupo que se iba a reunir presencialmente en mi ciudad. Era real, estaba pasando. La emoción se convirtió en miedo rápidamente. ¿Qué tal si no es un espacio seguro? ¿Qué pasa si nos ven? Tenía muy claro que “escuchar t.A.T.u” no estaba bien, mis compañerxs me lo dejaban muy claro todos los días en la secundaria.
La curiosidad superó al miedo y me puse en contacto con Mariana, la organizadora. Me dijo que el punto de encuentro sería en el estacionamiento de un centro comercial. Ahí. Al aire libre. Rodeadas de gente. ¿Y si me veían mis papás? ¿Si me veía alguien de la secundaria y confirmaba lo que ya sabían? No, no voy a ir, fue lo primero que pensé, pero llegó el día, tomé valor y me fui al centro comercial.
Recuerdo verlas de lejos, algunas traían el pelo corto como Julia Volkova, una de las integrantes del grupo; camisas a cuadros y hasta faldas tableadas. Nadie las miraba, a nadie les llamaba la atención. Pero a mí el miedo me paralizó, me quedé ahí viendo a lo lejos pensando que todavía no estaba lista para pararme ahí.
Tenía 14 años en ese momento, y pasaron otros 2 años muy largos para que pudiera decirlo en voz alta, aunque el miedo no se hubiera ido. Tuve que esperar a cumplir 18 para poder entrar a bares LGBT a encontrarme con otras de forma presencial.
Desde ese momento he dedicado gran parte de mi tiempo y mi pasión a trabajar porque las nuevas generaciones no tengan que pasar por estas situaciones, para que cuenten con espacios seguros donde expresar sus dudas y lo que sienten.
Me imagino qué tan distinta hubiera sido mi vida con un espacio seguro para ir a encontrarme con otras; poder ir a un Círculo Sáfico a compartir lo que estaba pasando en la secundaria; las dudas y las certezas; simplemente tener un rato para ser yo misma y no fingir ser alguien más.
Ese es el sueño que queremos construir desde Balance: tener Una Casa Propia donde cultivar espacios seguros y amorosos para encontrarnos y reconocernos como pares. Una Casa Propia para hacer comunidad sin el temor a ser y expresarse por quien se es. Una Casa Propia donda se pueda escuchar t.A.T.u a todo volumen y que nadie muestre señas de desaprobación. Una Casa Propia donde todxs sean bienvenidxs y podamos cohabitar sin distinción, porque como dicen en México: “Mi casa es tu casa”.
Si está en tus posibilidades dona $100, $200, o lo que puedas para seguir forjando los cimientos de esta casa donde continuaremos trabajando como personas sáficas y de la disidencia, apoyando desde nuestros programas a nuestros pares a vivir nuestras vidas desde el orgullo.
¡Nuestra revolución es ser felices!
-Camila